sábado, 16 de febrero de 2013

Hay veces que se gana más cuando se pierde.

# Llevo semanas pensando, meditando con el alma, y sintiendo con el sentimiento, he intentado persuadirme por encima de toda lógica, por encima de lo que es factible. Nunca he pensado que al amar doliese tanto, que el sentir implicase parte de una vida irreemplazable. He querido constatarme de que los días no pasaban insignificantemente por mi vida, por nuestras vidas. Me he olvidado de la razón sólo por amar algo que hace tiempo que se ha ido, sólo por algo que un día creí más que en mi misma, algo que he antepuesto a mi persona, a todo lo que me llena y me hace ser. Escribo triste a causa del dolor y lo vivido, a causa de los miles de recuerdos compartidos. Me veo pequeña, como un grano de arena en medio de un desierto. Lo siento, te pido perdón por no haber sabido aguantar, por no haber sabido hacerlo bien. Soy más imperfecta de lo común, y tarde o temprano tenía que pasar factura. Te pido perdón por no haber sabido comprenderte o escucharte, por haberte prohibido vivir al amarte tan inmensamente. Pero también me pido perdón a mí misma, por no haber dicho esto mucho antes, por no haber querido ver la realidad, por cegarme con un sentimiento. Hay veces que nuestro corazón traiciona y corremos el riesgo de perdernos, justo como me ha pasado a mí. Hubiese dado la vida por ti si me lo pidiesen, pero hace tiempo que empecé a darla y he estado demasiado ciega como para entenderlo. Quiero olvidar, reemplazar este dolor y construir nuevos recuerdos, que no me duela tanto al respirar cuando pienso que te irás, que no me duela el ver que hoy no has vuelto. Necesito comenzar de cero, construir mi vida poco a poco, teniendo conmigo a quién lo de todo por mí, así como yo daré todo aquello que esté en mi por los míos. Que no me dejen cuando las cosas se tuerzan o compliquen, que aguanten los malos tiempos, que me hagan feliz, que me escuchen. No quiero a todo aquel que venga a hacerme sentirme inferior o mal, no quiero a aquella persona que me falte al respeto, que no sepa valorarme. Este año me he propuesto ser feliz y cuente con unos más o unos menos, pienso hacerlo. No quiero más dolor, más llantos, ni nada que me haga envejecer por dentro, he intentado aguantar, pero era demasiado peso. No soy un objeto ni una opción, no vine aquí para ser eso. He aprendido que debo quererme más y mejor, nadie más podrá hacerlo y dejar que el dolor vaya por dentro. He esperado todo este tiempo pensando que algo cambiaría, pero cada día en esa espera me cercioraba en el fondo que todo seguiría igual. Mi madre un día dijo: No me quieras tanto, quiéreme mejor. Olvidamos lo que implican las palabras, y los hechos hace tiempo que andan lejos de aquí. Creí que era posible, pero creo que de los dos, eres tú el que no lo tiene claro. Querer implica muchas cosas, no todo es hacer el amor y que te digan palabras bonitas. Hay veces que la vida se tuerce y vienen momentos jodidos, y ahí amigos, es donde hay que estar. Me han hecho falta tantas cosas, palabras como ''no voy a soltarte'' y estar. Sobretodo cumplir el hecho de estar ahí, incandescente, no las 24 horas del día, pero sí cuando hubiese que hacerlo de verdad. Espero que algún día consiga todo lo que espera, espero que algún día valore lo que fui. Yo mientras tanto, voy a comenzar como debí hacer hace tiempo. Voy a quererme ambiciosamente como no he hecho hasta el momento, voy a centrarme en mí y todo aquello que merezca la pena porque creo que me lo merezco.
Te deseo suerte, muchísima, espero que no me eches de menos así no será tan duro el ver que yo ya estoy lejos. Gracias por todo este tiempo, por todo aquello que hemos compartido y por lo feliz que he sido contigo. Gracias por apoyarme y por haberme ayudado a dar este grandísimo paso, no ha sido fácil, pero como dice el refrán, a lo hecho, pecho.
Y espero de corazón que para la próxima puedas valorar lo que tienes mucho antes de perderlo.

domingo, 20 de enero de 2013

Tienes guardados abrazos que abarcan ciudades.





¿Cuántos amaneceres hacen falta para tenerte eternamente? ¿Cuántas caricias guardas para mí en tu caja de cristal? ¿Cuántos besos le debemos a la aurora del ayer? ¿Cuántas veces he de amarte para que tu sonrisa sea un sueño infinito? Dime amor, ¿Cuántas ilusiones debemos construir para ser felices siempre?

viernes, 7 de diciembre de 2012

Eres infinita.

‎# Como diamantes en el cielo. Pasan los días y con ellos el transcurrir de las horas. Últimamente no encuentro la diferencia entre un sábado y un lunes y las razones para sonreír están alcanzando su periodo de máxima escasez. Hoy quiero escribir a cerca de ella. A cerca de lo más grande y a la vez más infinito que hace que mi vida sea dichosa. No la cambio por nada, por nadie. A día de hoy me ha enseñado todo lo que sé, desde sonreír cuando todo vaya mal a llorar cuando más lo necesite. No habría espacios suficientes, medidas existentes capaces de determinar el valor incalculable que apenas la alcanza. Pienso que tengo una vida entera en deuda con ella, con ella y con todo aquello que la forma. Cada día aprendo a sobrevivir de una manera diferente a la anterior. Cada día me hace fuerte al sonreír, al sonreír en estos tiempos tan lóbregos y difíciles. Es mi mayor ejemplo a seguir, la musa de mis letras mas exquisitas. Le debo todos mis triunfos y mis metas alcanzadas. Le debo la vida y con ella sus experiencias que hoy en día, me hacen ser alguien en cualquier parte del mundo. Hoy vengo a hacer al tiempo deleite de todo sueño inalcanzable como a día de hoy es el sonreír a pesar de los problemas. Aunque se que quizás nunca leas esto, hoy quiero decirte mamá, que eres todo cuanto sueño por conservar toda mi vida. Quiero decirte que aunque los días pasen siempre seguiré siendo esa niña pequeña a la que el mundo le aterroriza. Hoy quiero decirte mamá que ahí fuera nos esperan miles de ilusiones esperando descubrirnos. Que estoy contigo a muerte, aunque las fuerzas desfallezcan y fallen los sentidos, estoy aquí. CONTIGO. Que eres inmensamente inquebrantable, fascinante hasta carecer de lucidez en estos tiempos abismales. Quiero que sepas que no sé ser sin ti. Que te amo por encima del entendimiento, por encima de lo factible. Que me encanta arroparte cada noche porque es el momento en que pareces más pequeña y a la vez tan amable. Que me encanta que no puedas vivir sin las cervezas "lager" del día o sin esas aceitunas "machás" que te vuelven loca. Que me encanta que cuando menos me lo espere me hagas reír con tus momentos de pavo repentino a las ocho de la mañana o que hayas cogido por costumbre quedarte dormida cada noche en el sofá. Que ne abraces de esa forma en la que el tiempo parece un dulce espectador de la obra maestra jamás vista o que te enfades porque sea una caprichosa presumida. Que me escuches como llevas haciendo estos dieciocho años sin cansarte, siempre al pie del cañón pero que sobre todo, nunca olvides, por nada del mundo, que muchas personas necesitamos tu sonrisa para ser felices vale? Gracias por colmar mi vida de instantes únicos y magníficos. Gracias por ser tú la que siempre está para levantarme. La que siempre está para demostrarme que la vida también tiene sus partes bellas. Porque eres lo más grande hasta morir, porque eres increíble y pase lo que pase, no pienso faltarte nunca ¿vale? A mi madre Juana Sayago Vázquez, mi razón de ser, mi mejor amiga y alguien infinitamente extraordinaria. Te quiero mamá.

martes, 18 de septiembre de 2012


# Dieciocho. El mes dieciocho, en el día dieciocho. Una llamada a las 00:00, no lo esperaba, creerme que no. Su voz, al otro lado del teléfono, y repentinamente un cúmulo de sensaciones indefinidas por segundos. Como aquella primera vez en los bancos de abajo de mi casa. Inimaginable. Como si miles de voltios corriesen apresuradamente con una única meta, mi corazón. Hace tiempo que no hay imposibles. Hace días que no existe un NO. Avanzamos como pareja, como personas, como seres. Y crecemos y crecemos, de tal manera que el mundo a nuestros pies parece más pequeño, más imperceptible. Me nombras, me besas en la distancia, me haces llorar, de esas veces en las que las palabras se quedan al filo de mi garganta sin atreverse a salir. De esas veces que me llegas, que me emocionas como nadie antes. Me tiemblan los dedos al intentar definir, percibir, algo tan inalcanzable y a la vez tan cercano. Eres impredecible, como la primera gota de una tormenta. Nunca se sabe dónde cae, pero siempre cae. Eres como un suspiro de esos a las ocho de la mañana de un mes de Enero, que cala el frío hasta los huesos. Intensamente, pero que se siente tan dentro, que por mucho que una se esfuerce no se va, siempre sigue latente esperando ser descubierto de nuevo. Esperando ser recordado. Esperando ser sentido. Como nunca. Como siempre. Me faltan latidos a la cita. A la cita de encontrarte de nuevo, entre tantos progresos y otros tantos retrocesos, pero siempre, JUNTOS.
Es la primera vez en todo este tiempo que mis dedos no saben que dirección tomar, no por miedo que va. Quizás por la ambición de abarcar algo tan exquisito. Algo tan magnífico, tan.. Único.
Puedo afirmar que en todos estos años no he tenido otra ilusión, otra meta, que quererte quizás menos de lo que hoy lo hago. Pero la cosa cambia cuando llegas tú con toda esa esencia, toda esa magia que desprendes y entonces no hay escondites o lugares donde mi corazón pueda esconderse. Es más, puedo atreverme a decirte que es él mismo quien sale a tu encuentro. Al encuentro de todo ese universo que te forma. A toda esa magnificencia que amo por encima de mi misma. De mi propia razón o principios.
Eres como la ambición de todo sueño. Siempre me quedo con ganas de ti.
Eres el todo de mi todo. Toda espectativa a tu lado empequeñece. Haces que todo sea fácil. FÁCIL. ¿Sabéis lo difícil que es eso en mi vida? Pues aún así, el llega y con una sonrisa lo consigue.
Me faltan abrazos que me permitan expresar, caricias que me permitan asemejar todo esto. Prefiero no ponerle nombre, ya que todo se le quedaría excesivamente diminuto.
Es taanto. Eres tanto Alejandro Cortés Tinoco que como te he dicho muchas veces, el día que me faltes, al minuto no sabré con qué pie empezar a volver a caminar. Eres mis manos y mis ojos. Eres más que la vida misma. Más que cualquier nombre o significado. Más que el propio verbo SENTIR. Eres mi alegría, mis ganas de vivir, de aprender, de conocer, de AMAR.
Eres lo más grande que ha podido ofrecerme la vida y lo más infinito que poseeré. Eres mi dieciocho, mi gran sonrisa eterna. Mis ganas de aspirar a más. A ser mejor persona.



Hoy seré tú y tú, serás yo.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Eres lo más bonito que tengo alrededor.


# Me resulta inevitable, completamente inevitable no sentirme así. Quizás el amar por encima de tantas capacidades y prejuicios, de tantas envidias y realidades envueltas con mentiras, quizás no todos puedan sentirse así, quizás no todos corran la misma suerte. Pero como yo sí corro el riesgo de sentirme así, quiero que lo sepáis. Que siempre aparece con esa puta sonrisa, siendo el único hecho correlativo que hace que todo parezca fácil. Que no me importan los abrazos, o las miradas desconocidas. Unos cuantos me dirán que me ven mejor y otros pocos me criticarán por el hecho de ser yo misma. Pero lo de él es diferente. Que no cambio por nada esa medida de abrazo justita, que me hace daño en las costillas, me corta la respiración y me deja la típica cara de tonta, con la típica sonrisa de una chica de diecisiete años enamorada, hasta las trancas. No sé cómo cojones lo hace, pero lo que sí sé, es que es el único capaz de conseguirlo. Que con sus brazos rodeando mi cintura cada domingo, o un martes cualquiera en París, estoy más que servida. Que no hay día en el que no vea sus ojos verdes con tonos marrones entre la mirada de la gente. Y os puedo asegurar que no existe sensación más increíble, que cuando fabrica mapas con los lunares de mi espalda, cuando me roba besos mientras me hago la dormida, o que no hayan inventado nada mejor que sus piernas entrelazadas con las mías, para cuando haga frío. Sí, esa sensación... Que le mande un vídeo de Lucas y Sara y me diga por whatsapp: -Sabes que pasa neni? Y en ese momento tener los latidos en vilo, pensando en que lo que está escribiendo, romperá mis esquemas, volverá a perderme como en esas otras muchas veces anteriores y me diga: Que nuestra historia es mucho mejor, no crees? Y saber que no hay nada mejor, que tenerle, que poder contar con él. Que me abrace cuando todo valla bien, y me empuje cuando todo valla como el culo. Que cuando me pierda, me encuentre. Que me bese la frente como diciéndome, estoy aquí. Y que me diga que soy una cría caprichosa, una inmadura, pero con una sonrisa, por la que alguien se levantaría todos los putos días. Que me vea guapa a las ocho de la mañana de un lunes cualquiera de resaca. Y que me haga reír a carcajadas, de esas que hacen que me duela la barriga, cuando más enfadada esté. Que tiene sus fallos, sí, no es perfecto como lo describo, es más, es tan imperfecto, que no puedo describirlo ni tan si quiera un ápice a como es de verdad. Que va, uuuf, eso es algo prácticamente imposible. Que no le cambio por nada, por nada de este maldito mundo. Con sus idas y venidas, con sus locuras y sus momentos cuerdos, de lucidez, de esa felicidad infinita...A ver, como explicarlo, sí... ¿Cómo esa sensación que se siente justo después de hacer el amor? Sí, esa que te entra por la espalda, llega a tu cerebro y te dibuja una sonrisa de oreja a oreja inexplicablemente; ¿esa sensación, que por muy feo que sea lo que te digan en ese momento, no importa,  porque todo te parece demasiado perfecto? pues esa.


Puede que muchos no lo entendáis, pero, creerme que es la mejor sensación del mundo; como tirarse al vacío sin pensar en lo que viene después, como dejándote llevar, como en el aire, sin ver, ni oír, ni degustar, ni oler, sólo limitándote a sentir, a dejarte ser en ese momento, la otra persona. Pues eso es lo más parecido a sentirse a enamorado. Eso es lo más parecido a sentirse como yo hago justamente en este momento.


Siempre;

lunes, 16 de julio de 2012

Somewhere with you.

# Cuando las expectativas fallan, cuando algo no sale bien, cuando las esperanzas se descosen y dejan al descubierto ese dolor escondido que creías inexistente... Es cuando te das cuenta, de que las cosas no van a cambiar, es cuando no te queda otra opción que aceptar la realidad, la cruda y dura realidad...

Fueron doce largos días sin verle, doce duros días, en los que en cada momento, me faltaba algo, esa magia que sólo él podía darle a cada cosa. Fueron nueve horas de viaje interminables, nueve horas que no pasaban, nueve horas que se hicieron eternas... Llegué a casa con el único pensamiento de verle, de estar con él, de que me viese y no dejase de saltar de alegría, de ese reencuentro esperado... Las horas pasaron rápidas, fugaces, llegaba el momento, el momento de tocar su suave piel, de que me comiese a besos, pero mientras terminaba de comer, me dijeron que le había ocurrido algo, nada grave, pero algo. Me fui a lo peor, a su inexistencia, pero no, fue sólo un desliz, un desliz del momento, pero solucionable. Llegué allí, abría la cancela, y divisé su  pequeña figura a lo lejos, sus patas blancas, como calcetines y esa colita siempre en movimiento. Me acerqué, lo llamé y cuando estaba a escasos centímetros de mí, lo comprendí, un mordisco más, ya era la tercera vez, pero era algo superficial. Le miré y una inmensa felicidad recorrió mi cuerpo, por fin juntos. Le adoraba en todos los sentidos, adoraba cada uno de sus movimientos, o de sus gestos, hacía que todo tuviese otro sentido, otro sentido que la vida se empeñaba en esconder continuamente. La tarda pasaba rápido, y conforme avanzaban los minutos, todo parecía cambiar. Había algo raro en él, algo que no conseguía entender. Fui al Carrefour, y le compré todo tipo de galletas, de esas que al comerlas se relamía, de esas que tanto le gustaban y fui al campo a bañarle. Quise resfrescarle, porque estaba algo conmocionado por el golpe, quise que fuese el mismo de siempre. Le bañamos, y le curamos las heridas, todo parecía normal, pero algo fallaba, algo había que no terminaba de encajar aquella tarde. Le ofrecí sus galletas, y no las quería, le ofrecí agua, y tampoco quería beber, su comportamiento iba descendiendo y su luz, esa que cautivaba a cualquiera, parecía apagarse por momentos. Le peinamos al sol, con los últimos rayos de aquella tarde del 11 de Julio y se tumbó con nosotros. Fui a la cocina a por agua, para ofrecerle y cuando llegué a donde estaba, se encontraba tumbado con la cabeza sobre las piernas de Alex, me senté a su lado y con timidez, le besé la frente. Le ofrecí agua de nuevo pero esta vez, en mi mano, y con sutileza, me miró, y bebió con desgana. Alex hizo lo mismo y él volvió a beber. Al cabo de unos minutos, comenzó a beber más rápidamente del recipiente del agua y mientras todas aquellas personas hablaban de cosas en las que no me reparé a pensar, volví a mirarle y me estaba mirando, pero hubo algo que me desconcertó: sangraba ligeramente por la nariz. Era algo pasajero, algo sin importancia para los demás, pero su mirada, decía totalmente lo contrario. Comenzó a dormirse, cosa muy rara en él y eso despertó todas mis alarmas. Me vestí, y le dije a Álex que lo llevásemos al veterinario. Camino del veterinario, en el coche, posó su cabeza entre mis piernas, como aquella infinidad de veces que lo hizo días antes de mi partida y comenzó a cerrar los ojos poco a poco, le acariciaba la frente para decirle que todo estaba bien. Llegados a la clínica sólo tuvimos que esperar diez minutos.Eran las ocho y cuarto de la tarde. Alex prefirió quedarse fuera, por lo que, yo entré con él. Nos atendió Yoana la veterinaria. Lo subí a aquella camilla que a él tan poco le gustaba. Le miró las heridas y le observó la nariz. Me dijo que no era nada, que la zona dañada no parecía tener nada grave. En ese momento entró Javi, el otro veterinario, le miró las heridas y me dijo que iba a darle un punto para asegurarse de que se cerraban bien. Yoana me dio unas pastillas para la pequeña hemorragia de la nariz y me dijo que el día 14, sábado, lo llevase por la mañana para ver como seguía. Bien, pensé, sólo ha sido un susto. Pagué la consulta y él mismo bajó de la camilla, me dispuse a abrir la puerta para irme, y en ese momento, justo en ese mismo instante, estornudó, pero no como otras veces, esta vez sangraba abundantemente. Comenzó a estornudar más seguidamente y de repente ante mis ojos vomitó. Fue cuando comprendí, que aquel iba a ser el principio de una larga tarde. En ese momento, toda su vida, todos esos ocho meses conmigo, pasaron fugaces, como cuando dicen, que en tu último momento vez toda tu vida a una velocidad de vértigo. Lo subí a la camilla y fue la primera vez que me miró fijamente a los ojos. Me quedó petrificada, fue la primera vez en ocho meses, que al mirarme sentí miedo, un miedo de esos que te calan hasta los huesos, de esos que te cortan la respiración, de esos que te vacían por dentro, hasta no dejar nada. Le cogieron una vía y le pusieron anticoagulante. No dejaba de sangrar y los minutos cada vez pasaban más lentos. Los veterinarios me dijeron que no me asustase, que iba a estar bien, que las hemorragias eran muy escandalosas, pero que luego no eran nada. Le pusieron adrenalina en la nariz, para que no se durmiese, pero él no dejaba de sangrar. Todo estaba teñido de rojo, de ese rojo miedo que hace que todo deje de funcionar. Me miraba como pidiéndome ayuda y yo no sabía que hacer, me apetecía gritar, volver a los días de Abril, dónde todo era fácil, me apetecía estar en ese momento dando un paseo con él y que pasase entre mis piernas inesperadamente para así hacerme sonreír. Pero la realidad era muy distinta. Completamente errónea. Todo el mundo desapareció de aquella sala, para que el se tranquilizase y en ese pequeño instante, posó su cabeza sobre mi hombro y quise morir, como desaparecer. Justo ahí, supe perfectamente lo que ocurría, se estaba desangrando. No dejaban de ponerle anticoagulante, pero él seguía mal. Les pregunté infinidad de veces si se pondría bien y me contestaban con un sí mientras que sus ojos reflejaban tanto miedo como los míos. Los minutos seguían pasando y la hemorragia no cesaba. El veterinario entró de nuevo en aquella habitación y volvió a repasar paso por paso.
Le abrió la boca y las encías aún tenía buen aspecto, para la gran cantidad de sangre que estaba perdiendo.
No sabíamos de dónde provenía la hemorragia y me dijo que no sabía si dormirle, porque si tenía dañado el cráneo, en muchas ocasiones similares a la suya, no despertaban. Comencé a llorar desconsoladamente, me sentía más sola que nunca y una de las razones que me hacían ser, se estaba desangrando frente a mis ojos, y yo sin poder hacer nada. Me dijo que se iría quince minutos para que se tranquilizase y así no sangrase tanto. Otra vez a solas. Tenía pánico, un terrible pánico de que volviese a mirarme. Se tumbó completamente sin dejar de sangrar y yo seguía sin saber que hacer. Estaba completamente empapada, miraba mis manos y todo me parecía irreal, no lograba comprender cómo había llegado hasta aquel lugar, hasta aquella situación tan, tan inexplicable. Alex seguía fuera, ignorando todo aquello que yo estaba viviendo dentro. Me apetecía salir corriendo de allí, me apetecía irme lejos y que nada de aquello fuera real, pero conforme pasaban los minutos, todo se iba viendo más y más claro. Volvieron los veterinarios y las enfermeras y volvieron a abrirle la boca, intentaron fijarse en cada detalle y descubrieron que en el paladar, al lado del último molar, tenía un agujero de centímetro y medio, por dónde mi pequeño llevaba perdiendo sangre cinco horas. Me enseñaron dónde estaba el problema y me culpé mil y una vez por no haberme dado cuenta antes. Maldita sea. Me dijeron que lo meterían en quirófano para pararle la hemorragia y ver los daños. Le agarraron el cuerpo y yo me encargué de mantener su cabeza erguida para que no se atragantase con la sangre. Lo posamos sobre la sala de operaciones y él mismo se tumbó. Se enroscó sobre sí mismo y me miró, yo intenté hacer todo lo posible para que no bajase la cabeza, pero forcejeó y la posó sobre mi vientre, como cuando era pequeño y ser dormía. Le pusieron la anestesia y se quedó dormido. Yo salí de la sala, esperando una salvación, algo que le hiciese salir de esta. solo tenía ocho meses. Le expliqué todo a Álex y nos sentamos a esperar. Al cabo de media hora el veterinario me dijo que la mordedura le había perforado una arteria y que llevaba muchas horas perdiendo sangre, que podía tener el cráneo roto, que el bazo estaba comenzando a fallarle y que a causa de estar tanto tiempo perdiendo sangre, podía tener mas hemorragias internas. Nos dijeron que teníamos que elegir, entre una vida infeliz o la muerte. Fue la decisión más difícil de mi vida, fue algo que nunca pensé que tendría que plantearme. Alex salió fuera, conmovido por la situación, y yo, en la sala de visitas, con sus latidos de fondo, firme el consentimiento de anestesia. a las diez y media del día once de julio, mi perro, Rocco, falleció a los ocho meses por la mordedura de otro perro. Me lo dieron en una caja envuelto en un plástico negro. Lo metimos en el coche, fui a casa, cogí las llaves del campo y me dirigí a el. El camino fue catastrófico. Alex y yo llorábamos desconsolados, sin creernos lo que acaba de pasar. Veníamos de vacaciones hacía unas horas, nosotros sólo queríamos a nuestro pequeño. Llegamos al campo y cogimos un pico y una pala. Serían alrededor de las once de la noche. con las luces del coche para ver, Alex picaba y yo sacaba fuera la tierra. Medimos un par de veces la profundidad del agujero y nos dirigimos al coche a por Rocco. Cogimos aquella caja dónde se encontraba una gran porción de felicidad que nos había hecho ser mejores personas en aquellos ocho meses. Lo sacamos de la bolsa con mucho cuidado y lo posamos en el suelo. Aún permanecía caliente. Alex le besó la frente y yo le dí los nueve besos que le daba cada día, con la diferencia de que esta vez serían los últimos. A las doce menos cuarto de aquel día once, lo enterramos y nos fuimos.  Sólo han pasado cinco días y desde entonces no dejo de verle en todas partes.
Era lo mejor que pudo pasarle a mi vida. Pero que duró muy poco. Aún no me acostumbro a no nombrarle o a recordar que ya no está. Todo me resulta complicado, si no está él para hacerlo más fácil. Puede que no entendáis mi dolor, pues muchos pensaréis que tan solo es un animal. Pero hay veces que los animales, pueden entenderte muy bien, no hace falta que hablen, con mirarte ya saben lo que te ocurre. Rocco tenía la capacidad de hacerle sonreír a todo el mundo. Ahora es algo, que tengo que conseguir sin su ayuda.
Le echo de menos, mucho de menos.


Estés dónde estés, me haces ser mejor persona mi pequeño.



Fuiste y serás lo más importante de mi vida. Te quiero y nunca dejaré de hacerlo.

domingo, 10 de junio de 2012

Qué mierda eso de que las emociones te superen.

# Últimamente no sé, si es el tiempo el culpable, o quizás sea este ambiente tan contaminado de tristeza el que nos impide ir bien. Te has ido hace unos días, tres, para ser exactos y siento que hace más de una semana que no sé de ti. Dicen que las relaciones se llenan de una monotonía continua de la que, a veces, nos cuesta salir. No sé si esto es una monotonía en nosotros y sinceramente, si es verdad que lo es, prefiero ignorarlo. Prefiero ignorar todo aquello que nos dañe o nos haga débiles, no por que no quiera afrontarlo, es que en estos días no tengo mucha visión de futuro y quiero dejar al miedo olvidado, como lo está ahora.
Veo que no valoras todo lo que intento aportarte, o eso es lo que me haces ver... Será porque estoy con la regla o simplemente porque es la mera verdad.
Y llegas con tus problemas y te los soluciono sin pedirte nada a cambio, sólo que estés conmigo y que me hagas feliz como hasta el momento, y cuando menos me lo espero y más te necesito, coges y te vas, te vas y me dejas tan frágil como todo ese tiempo que estuve sin ti. Me queda una gran semana por delante, la semana que decide mi futuro y en vez de estar, te vas, te vas lejos, dónde el amor no importa tanto, dónde yo no estaré tan presente en tus minutos como de costumbre y dónde a ti no te importan los kilómetros, porque cayeron en el monte de tu olvido. No quiero reprocharte nada, pues no soy quién para juzgarte, pero yo me he sacrificado por esto, también por mis estudios, pero no me fui, porque siempre me dices que me voy cuando avanzamos y al irme, se vuelve a enfriar esta relación. Y no me fui por ti, no me fui por que te quiero más que a nadie, porque para mí siempre eres y serás lo primero. Pero me duele, que ayer no me dedicases ni 20 minutos sabiendo que te irías, sabiendo que cada vez que vamos a estar tiempo sin vernos y me voy, yo siempre te concedo ese tiempo a ti. Que con esto no quiero reprocharte, te vuelvo a repetir, pero son cosas, suspicaces quizás, las que hacen que esto pierda esa magia, ese sentimiento o sensación que un día le dimos.
Sólo espero que lo pases bien, que disfrutes como un chiquillo pequeño, que me eches de menos si tu tiempo te permite tal capricho y si no, tranquilo, nos vemos pronto;